Se abre el telón

En este blog vamos a tratar de dar sugerencias y consejos sobre las distintas actividades lúdicas y festivas de la vida cotidiana, que a todos nos viene bien, pues de las otras ya vienen solas, espero que os sirva de orientación y que todos aporteis el granito de arena.
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lunes, 9 de julio de 2012

largo pero jugoso, enterémonos de estos trapicheos...


LA BANCA, EL FRAUDE FISCAL
 Y EL NEW YORK TIMES
El New York Times ha ido publicando una serie de artículos sobre Emilio Botín, presentado
por tal rotativo como el banquero más influyente de España, y Presidente del Banco de
Santander, que tienen inversiones financieras de gran peso en Brasil, en Gran Bretaña y en
Estados Unidos, además de en España. En EEUU el Banco de Santander es propietario de
Sovereign Bank.
Lo que le interesa al rotativo estadounidense no es, sin embargo, el comportamiento
bancario del Santander, sino el de su Presidente y  el de su familia, así como su enorme
influencia política y mediática en España. Un indicador de esto último es que ninguno de los
cinco rotativos más importantes del país ha citado o hecho comentarios sobre esta serie de
artículos en el diario más influyente de EEUU y uno de los más influyentes del mundo. Es
de suponer que si se escribieran artículos semejantes, por ejemplo, sobre el Presidente
Zapatero, tales reportajes serían noticia. No así en el caso Emilio Botín.
Una discusión importante de tales artículos es el ocultamiento por parte de Emilio Botín y de
su familia de unas cuentas secretas establecidas desde la Guerra Civil en la banca suiza
HSBC. Por lo visto, en las cuentas de tal banco había 2.000 millones de euros que nunca se
habían declarado a las autoridades tributarias del Estado español. Pero, un empleado de tal
banco suizo, despechado por el maltrato recibido por tal banco, decidió publicar los nombres
de las personas que depositaban su dinero en dicha banca suiza, sin nunca declararlo en sus
propios países. Entre ellos había nada menos que 569 españoles, incluyendo a Emilio Botín
y su familia, con grandes nombres de la vida política y empresarial (entre ellos, por cierto, el
padre del President de la Generalitat, el Sr. Artur Mas).
Según el New York Times, esta práctica es muy común entre las grandes familias, las
grandes empresas y la gran banca. El fraude fiscal  en estos sectores es enorme. Según la
propia Agencia Tributaria española, el 74% del fraude fiscal se centra en estos grupos, con
un total de 44.000 millones de euros que el Estado  español (incluido el central y los
autonómicos) no ingresa. Esta cantidad, por cierto, casi alcanza la cifra del déficit de gasto
público social de España respecto la media de la UE-15 (66.000 millones de euros), es decir,
el gasto que España debería gastarse en su Estado del Bienestar (sanidad, educación,
escuelas de infancia, servicios a personas con dependencia, y otros) por el nivel de desarrollo
económico que tiene y que no se gasta porque el Estado no recoge tales fondos. Y una de las
causas de que no se recojan es precisamente el fraude fiscal realizado por estos colectivos
citados en el New York Times. El resultado de su influencia es que el Estado no se atreve a
recogerlos. En realidad, la gran mayoría de investigaciones de fraude fiscal de la Agencia
Tributaria se centra en los autónomos y profesionales liberales, cuyo fraude fiscal representa
–según los técnicos de la Agencia Tributaria del Estado español- sólo el 8% del fraude fiscal
total.  Es también conocida la intervención de autoridades  públicas para proteger al Sr. Emilio
Botín de las pesquisas de la propia Agencia Tributaria. El caso más conocido es la gestión
realizada por la ex Vicepresidenta del Gobierno español, la Sra. De la Vega, para interrumpir
una de tales investigaciones. Pero el Sr. Botín no  es el único. Como señala el New York
Times, hace dos años, César Alierta, presidente de  Telefónica, que estaba siendo
investigado, dejó de estarlo. Como escribe el New York Times con cierta ironía, “el Tribunal
desistió de continuar estudiando el caso porque, según el juez, ya había pasado demasiado
tiempo entre el momento de los hechos y su presentación al tribunal”. Una medida que juega
a favor de los fraudulentos es la ineficacia del Estado así como su temor a realizar la
investigación. Fue nada menos que el Presidente del Gobierno español, el Sr. José Mª Aznar,
que en un momento de franqueza admitió que “los ricos no pagan impuestos en España”.
Tal tolerancia por parte del Estado con el fraude fiscal de los súper ricos se justifica con el
argumento de que, aún cuando no pagan impuestos, las consecuencias de ello son limitadas
porque son pocos. El Presidente de la Generalitat de Catalunya, el Sr. Artur Mas, ha
indicado que la subida de impuestos de los ricos y súper ricos tiene más un valor testimonial
que práctico, pues su número es escaso. La solidez de tal argumento, sin embargo, es nula.
En realidad, alcanza niveles de frivolidad. Ignora la enorme concentración de las rentas y de
la propiedad existente en España (y en Catalunya), uno de los países donde las desigualdades
sociales son mayores y el impacto redistributivo del Estado es menor. Los 44.000 millones
de euros al año que no se recaudan de los súper ricos por parte del Estado hubieran evitado
los enormes recortes de gasto público social que el Estado español está hoy realizando.
Pero otra observación que hace el New York Times sobre el fraude fiscal y la banca es el
silencio que existe en los medios de información sobre tal fraude fiscal. Tal rotativo cita a
Salvador Arancibia, un periodista de temas financieros en Madrid, que trabajó para el Banco
Santander, que señala como causas de este silencio el hecho de que el Banco Santander gasta
mucho dinero en anuncios comerciales, siendo la banca uno de los sectores más importantes
en la financiación de los medios, no sólo comprando espacio de anuncios comerciales, sino
también proveyendo créditos –aclara el Sr. Salvador Arancibia- “….medidas de enorme
importancia en un momento como el actual, donde los medios están en una situación
financiera muy delicada”. De ahí que tenga que agradecer al diario que se atreva a
publicarlo, porque hoy, artículos como los que publica el New York Times y el mío propio,
no tienen fácil publicación en nuestro país. Es lo  que llaman “libertad de prensa”

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